Mamotretos varios

martes, 1 de enero de 2019

No se puede negociar sobre el modo de comulgar


Hace tiempo dediqué una entrada a explicar que la Semana Santa en Kikónides no es como la Semana Santa de la Iglesia Católica.

Cuando eres adicto a la kikotina asumes que lo de los religiosos de misa de 12 solo vale como 20 mientras que lo de su sensibilidad vale como 100. Así que de ninguna forma puede ser lo mismo. Ellos se reúnen -se reunían, por mor de Dios, que ya se sabe que este es un año providencial- para hacer kiko-ritos pseudomágicos cargados de signikikado especial ajenos a la liturgia de la Iglesia. Y por supuesto, es "un engaño del demoño" pensar que ver al Papa por TV pueda valer como ver a la comunidad por skype o el medio que sea.

Es que el kikismo da mucha importancia a los signos. Se les llena la boca con sus signos por aquí y por allí, como un pagano ante el altar de las ofrendas en espera de una manifestación esotérica que dé sentido a su vida.

Por eso, para ellos lo importante del domingo de ramos es lucir palma. Lo de menos es que sea un absurdo agitar ramitas de perejil en un paseíllo desde la puerta del baño del fondo hasta el salón, si no se puede hacer el paripé en la calle, ellos lo hacen desde el baño hasta el salón, y si no se puede adquirir palmas y ramitos de olivo, se hace con perejil, pero no se van a quedar sin hacer el teatrillo, no sea que diosito se enfade y les mande un cáncer o algo peor.

El jueves santo, en Kikónides no es ni ha sido nunca el día de la institución de la Eucaristía, de hecho, jamás se ha conmemorado en Kikónides tal institución. No, el jueves santo es el día del teatro de los lavatorios pedicuros. Y este año ha sido peor que nunca. Por lo menos, cuando tal jolgorio se llevaba a cabo en la comunidad, se dejaba tranquilos a los niños, que no participaban ni lo contemplaban. Pero este año, como lelos deseosos de congraciarse con un diosito enfadado que les manda un coronavirus, han arrastrado a los pobres críos a semejante esperpento.

En la Iglesia, el viernes santo es el día del monumento y del recogimiento, no es momento para reuniones, es tiempo de silencio. En Kikónides no se concibe tal cosa, ellos se juntan con guitarras y arman la charanga de costumbre con la excusa de adorar la cruz.

Y este año el esperpento ha sido como nunca. Porque otros años esta charanga está reservada a la comunidad y a los niños se los deja al margen, ya que lo mejor para preservar la inocencia infantil es mantenerlos lejos de lo que ciertos elementos largan por la boquita en sus ecos. ¿Qué sentido tiene que un padre hable a niños de menos de 5 años desde un improvisado atril doméstico, en lugar de sentarse con ellos? ¿Qué sentido tiene hacer que besen un crucifijo, si para ellos tiene el mismo valor que si besasen a un oso de peluche o una muñeca llorona? Un despropósito.

El despropósito alcanza cotas siderales en la vigilia pascual, la vigilia más importante de la Iglesia, la vigilia en la que los kikotizados no quieren participar, sino que se montan otra por su cuenta. Y este año se apresuraron a repartir instrucciones kikurgicas sobre cómo proceder kikamente a profanar la Eucaristía, repitiendo algo que, según contaron los que salieron por pies de la China, ya habían probado allí antes de venir por aquí.

Este blog ya dijo que era un abuso muy grave, por más que convencieran a Ezequiel Pasotti de que prestase su nombre al abuso. Ahora es un cardenal, que no es precisamente un obispillo de un lugar remoto, sino el actual prefecto de la Congregación para el Culto Divino y la Disciplina de los Sacramentos, quien lo llama por su nombre: PROFANACIÓN.

«En estos días también en Italia se ha hablado de una solución ya adoptada por alguien en Alemania, el "empaquetado" del Cuerpo de Cristo: Para que los católicos italianos vuelvan a comulgar, pero evitando la posibilidad del contagio -se lee en el periódico La Stampa- se está pensando en una comunión "hágalo usted mismo" con ostias "para llevar" previamente consagradas por el sacerdote, que se cerrarían individualmente en bolsas de plástico.

Cardenal Robert Sarah
“No, no, no –respondió escandalizado el cardenal Sarah por teléfono-. Es absolutamente imposible, Dios merece respeto, no puedes meterlo en una bolsa. No sé quién pensó este absurdo, pero aunque la privación de la Eucaristía es ciertamente un sufrimiento, no se puede negociar sobre el modo de comulgar. Comulgamos de manera digna, dignos de Dios que viene a nosotros. La Eucaristía debe ser tratada con fe, no podemos tratarla como un objeto trivial, no estamos en el supermercado. Es totalmente una locura”.

La Eucaristía no es un derecho o un deber: es un regalo que recibimos gratuitamente de Dios y que debemos recibir con veneración y amor. El Señor es una persona, nadie daría la bienvenida a la persona que ama en una bolsa o de otra manera indigna. La respuesta a la privación de la Eucaristía no puede ser la profanación. Esto realmente es una cuestión de fe, si lo creemos no podemos tratarlo indignamente.

El diablo ataca fuertemente la Eucaristía porque es el corazón de la vida de la Iglesia. Pero creo, como ya he escrito en mis libros, que el corazón del problema es la crisis de fe de los sacerdotes. Si los sacerdotes son conscientes de lo que es la Misa y de lo que es la Eucaristía, ciertas formas de celebrar o ciertas hipótesis sobre la Comunión ni siquiera vendrían en mente. Jesús no puede ser tratado así».

 

No dejo de preguntarme que pasaría por la mente de Ezequiel Pasotti para proponer convertir a los presbis kikos en proveedores de panes consagrados del supermercado kikil. Para querer poner la Eucaristía al servicio del kikismo.

«Por sus frutos los conoceréis», sin duda.

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