Segundo escrutinio (LXIII)

Esta entrada arranca con dos párrafos nauseabundos: contienen un ataque a la corrección fraterna. ¿Qué ves pecar a tu hermano? Te callas. Porque Dios lo permite y lo soporta y si tú tratas de advertir a tu hermano eres un moralista y un totalitario. Eso es lo que dicen estos párrafos.

«Nada más. No se trata de cumplir una ley con respecto a un legislador. Si estudias el Antiguo Testamento, ves que toda la ley, todo el Antiguo Testamento, está en función de tu vida, y se promete a aquel que viva en ese camino que Dios nos ha dado para conocer la verdad, que vivirá y será feliz. No porque a Dios le interese la ley: es para que el hombre sea feliz. Es el mismo problema del Génesis: Dios no le dijo al hombre que no comiera el fruto del árbol porque estuviese celoso, como dice el diablo, sino porque amaba al hombre, porque si el hombre comía del fruto del árbol, moría y Dios quería preservarlo de la muerte. Dios te ama. Claro que Dios quiere que cumplas la ley en el sentido de que vivas, porque quien sigue el camino marcado por Dios, ya que Dios es amor, vive y quien se aleja de ese camino, muere.

En cualquier caso, lo mejor, en lo que vemos una nueva creación y una novedad absoluta, es exactamente que somos lo opuesto a todos los fascismos, a todos los totalitarismos, a todos los comunismos. Somos lo opuesto a todo lo que es el mundo. El mundo siempre es moralista, siempre exige. Porque los del mundo son siempre moralistas. Todo el mundo está escandalizado. ¿De qué? De la libertad. ¿Qué libertad? Está escandalizado por el pecado. Está escandalizado por el hecho de que un hombre puede pecar, puede hacer el mal, puede hacer daño. No lo soporta. No lo soportamos. En cambio, Dios lo soporta.»

Lo mejor peor viene ahora: un ejemplo práctico de como desoír la petición de ayuda del prójimo y no mover un dedo incluso si se piensa que la vida de ese prójimo corre peligro.

«Para mí, os digo, fue una experiencia: el Señor me ha formado a través de una historia. Yo no he estudiado teología, no lo aprendí en la universidad. El Señor me hizo experimentarlo con mi vida. Recuerdo que en las barracas, es una historia que os he contado otras veces, que yo tenía de vecino a un muchacho que había estado en prisión muchas veces: un tipo horrible que bebía y robaba, que se había casado y que pegaba a su esposa. La esposa se ponía a gritar y me llamaba. Yo no sabía qué hacer, si golpear la puerta porque la estaba matando. Pero había notado que después de tantos gritos, por la mañana, se levantaban como buenos amigos y se besaban.»

Así que, como ya se ha advertido, no movía un dedo. Si Dios soportaba que ese hombre golpease a su esposa, ¿quién era Kiko para tratar de impedirlo? Pero eso sí, hay que dejar claro que Kiko sufría más que nadie, porque la desvergonzada de la mujer en lugar de dejarse pegar en silencio, voceaba.

«En cualquier caso, sin embargo, me destruían, primero porque no me dejaban dormir y luego porque era algo tremendo. Además, este muchacho borracho se drogaba, bebió cosas explosivas. La mujer, cuando veía que a las ocho, después del trabajo, no había regresado, sabía que ocurriría un desastre. En ese entonces yo estaba muy enfermo, no dormía y además, en ese momento, precisamente en ese momento, sucedió todo al mismo tiempo en las barracas, una época muy mala. Estaba trabajando con José Agudo, en un barrio de Madrid, en una construcción haciendo aceras de cemento.»

José Agudo es quien enviaba a la mujer y a los hijos a pedir limosna y se quedaba tumbado sin dar un palo al agua. Dudo que haya cotizado en su vida.

«Con la niveladora que me había roto las manos, no podía hacerlo y me sangraban las manos, me llené de callos y hacía un frío terrible en invierno.»

¿Veis? Esto es un drama y no el convivir con un hombre que te golpea cada dos por tres. ¡Pobre Kiko, tocando la guitarra con las manos rotas! Y habrá necios que le crean.

«En ese periodo teníamos que levantarnos a las cinco y media porque la obra estaba muy lejos y como los muchachos de la pandilla llegaban a mi barraca hasta muy tarde, por la noche, no podía dormir. Me dormía en el trabajo, completamente. Pensaba que me estaba muriendo porque también tenía una tos terrible. Pasaba las noches sin dormir.»

Claro, como lo que hacía era dormir en las horas de trabajo sin que la tos le molestase nada de nada, por la noche no conseguía conciliar el sueño.

«Recuerdo que una de esas noches el Señor me mostró algo importante y me refiero a este hecho de la libertad. Esa mujer vino a mí como todas las otras noches. Era terrible. Sabía que habría otro desastre, pero no podía soportarlo más, me moría de sueño, sabía que no podría resistir el sueño. Además, le tenía miedo a este chico porque una vez trató de matarme con un cuchillo: estaba drogado y me asusté mucho.»

Así que decidió, como todas las otras noches, encerrarse en su barraca y dejar que la mujer se las apañase sola o que se muriera de una vez. Pero claro, dicho así queda feo y hay que adornarlo.

«Entonces traté de tentar a Dios; como no podía más, decidí, tentar a Dios. Entré en mi barraca, cerré la puerta y me arrodillé con los brazos en cruz, primero para rezar un rosario y luego otro y otro, y pasaba el tiempo y continuaba con mis brazos en cruz, con un dolor que no podía más. Le pedí a Dios que aquella noche no sucediera el desastre habitual, que el chico pudiera curarse porque no podía soportarlo más... Y cuando ya no pude soportarlo, empecé a escuchar los gritos y la paliza. Como si Dios no existiera. Como si Dios se estuviera burlando de mí. Justo cuando no podía soportarlo más, cuando le pedía a Dios con más fuerza, él (sic) me estaba dando lo opuesto. Pero el Señor me hizo comprender una cosa: que yo, después de todo, estaba tentando a Dios en mi favor contra esa persona.»

Estoy recordando cuantísimas veces Santa Mónica “tentó” a Dios con la conversión de San Agustín… Pero diosito funciona de otro modo e incluso le debe dejar por escrito al gurú sus disposiciones, de lo contrario habrá que pensar que las comillas que vienen a continuación son un fraude monstruoso y no sé si también una herejía.

¿Por qué entendí esto: "¿Y si es preciso que este hombre peque, que pierda su vida para encontrarla? ¿Quizás tú no quieres permitírselo? O yo (minúsculas pues se refiere a diosito), cuando tú has pecado, ¿no te lo he permitido? ¿Tal vez tú no necesitabas descender hasta lo más profundo para averiguar quién eres? Responde, ¿sí o no? Sí, y ahora estás aquí para pedirme que le quite a ese hombre el derecho a su libertad en tu favor".»

Y a la mujer que la parta un rayo. Que a nadie le importa ni su conversión ni su vida ni su salud.

«Esto lo sentí muy profundamente. Era muy neurótico y pienso que, desde ese momento, comencé para ser un poco menos neurótico. Comencé a entender muchas cosas: que en el fondo yo nunca amé a los pobres, que nunca los había amado, que había ido a las barracas por mi neurosis. Me di cuenta de que Dios se había servido de este hecho, de lo que quieras, pero comencé a entender muchísimas cosas.»

Algunos entendimos hace mucho su falta de amor hacia todos. Ojalá los que aún no lo han comprendido, despierten.

«Bueno, quiero deciros estas cosas para que entendáis que tenemos conceptos muy diferentes. Lo que yo podía hacer era rezar por ese chico y abandonarme al Señor. Y efectivamente, el Señor se hizo cargo de él porque pensé que iba a matarla y no fue así. Pensaba que en las barracas todos terminarían mal: y no sucedió. Los que estaban en la comunidad continúan en el camino.»

Es decir, que no es que vayan mal, sino peor, pues tal es el destino de los neocatecumenales.

«Quería deciros que ser cristiano es vivir en precariedad, es decir, en libertad, y que esta libertad Dios no puede quitárnosla nunca. Entonces, ¿eso significa que después de este escrutinio estoy como al principio? No, no eres el mismo que antes. Has visto actuar a Dios en tu vida. El Señor te ha liberado, el Señor te ha exorcizado, el Señor ha hecho crecer tu Bautismo.»

Esto también debe ser herético.

«Verás esto y, sin esto, no podrás alcanzar la última etapa. Sin que hagamos todo esto contigo. Necesitas esto para pasar a la siguiente etapa. Ahora entras en una fase de combate. ¿Sabes lo que es el combate? Luchar. Debes combatir. El Señor peleará contra tus demonios. Lo que el rito ha significado no termina, esto es lo que continuará. El rito actuará en ti durante todo este tiempo. Porque los ritos no solo tienen poder en el presente sino que también tienen poder sobre el pasado hacia el futuro. Este rito se proyecta hacia adelante para que sepas que el Señor ha hecho una alianza contigo. No dudes del Señor porque Él te ha jurado y prometido en la sal que te dará el Reino de los Cielos y que te hará sal de la tierra. Ánimo.»

Ahí es nada: desprecia los Sacramentos para poner toda la magia supersticiosa en los ritos con sal, castañuelas o sardanas. Tal es el proceder de los idólatras.