Segundo escrutinio (XXIV)

«Monición a la primera lectura (Carmen)

La noche de Pascua, que supongo que todos la habéis celebrado, sabéis que inaugura en la Iglesia cincuenta días de fiesta. En esta noche del Éxodo, que está de fondo, en esta noche se abre el mar que es figura de Cristo que triunfa sobre las aguas, resucitado. Esta experiencia de la Resurrección, que tiene la Iglesia, inaugura cincuenta días de fiesta que culminan con la fiesta de Pentecostés. Los apóstoles están maravillados de la presencia de Cristo y no pueden creerlo. Es tan cierto que en la fiesta de la Ascensión habréis visto, como cuentan los Hechos de los Apóstoles, que les dio muchas pruebas de que estaba vivo. Quiero decir que no los envía al mundo porque sí... o así. No. Les ha dado pruebas evidentes de que Él está vivo.

Comenzaremos esta Eucaristía como todas las de los Domingos de Pascua: con una lectura de los Hechos de los Apóstoles. El Antiguo Testamento permanece en el trasfondo de la Pascua, en la noche de Pascua, y todos estos 50 días son una maravillosa celebración de la presencia de Cristo en el camino que lleva a la primicia que es la fiesta de Pentecostés.

Ya para los judíos, la primacía de esta fiesta será el Espíritu Santo.»

Para los primeros cristianos, sí, pero no para los de religión hebrea, que no reconocen tal fiesta ni tal Espíritu.

«Los apóstoles experimentan en sí mismos que se ha regalado esta victoria en la carne del hombre: la resurrección. Por eso leeremos una canción que tal vez esté un poco lejos para nosotros, en el futuro. Y es este ver a los apóstoles reunidos todos en oración. Y eso es lo que estaba hablando con Kiko: cómo la oración no surge del propósito de hacer una hora de oración todos los días, ni nace de una técnica del yoga. Así como la cruz de Cristo los dispersa a todos, así los ha convencido del pecado.

Tal vez esta es la condición en la que estamos todos en este escrutinio: es muy difícil convencerse del pecado. El mismo San Pedro que decía: "Nunca te negaré", vio el pecado en sus manos, palpable. En este escrutinio, veremos no solo nuestros pecados, sino también que hemos nacido en el mismo pecado. Nacimos ya en el pecado, en la dispersión, en la incapacidad absoluta de pasar al otro, de amar. Y veremos cómo los apóstoles reciben el perdón y cómo esta experiencia de amor absoluto en medio de sus pecados es como una cura y de inmediato se unen los unos a los otros, se une el hombre con el hombre. Por eso la mayor manifestación de la resurrección de Cristo será ver a los apóstoles reunidos en un solo corazón. Desde aquí nace, entonces, la contemplación de los hechos que han vivido. Esta muerte, esta resurrección, esta maravillosa ascensión de Cristo exaltado en la Gloria del Padre. Han visto elevarse, han visto trascender verdaderamente la tierra en este Jesús. Y Él ha abierto un camino tan maravilloso de esperanza que están ya reunidos en oración sin ningún tipo de propósito. Casi no que pueden hacer otra cosa que contemplar y esperar un infinito que han vislumbrado, primicias que experimentan en Pentecostés.

Por eso os invito, hermanos, a vosotros que estáis angustiados, afligidos por vuestros pecados, a no tener miedo de reconocer los pecados. El Señor viene, en esta Eucaristía, para hacernos pasar de la muerte, del pecado, de la angustia, del ansia, de la diáspora, a la unidad de la resurrección de Cristo.»

Podrán venir las plañideras del Camino a afirmar que nunca jamás les han preguntado por sus pecados ni los han tenido que contar, pero toda la intervención de Carmen es una llamada a hablar de esos pecados por los que a las plañideras nunca les han preguntado.

«Primera lectura: Hechos 1, 12-14 (7º domingo de Pascua)

 

Monición al canto

Os iniciaremos en la oración, en el catecumenado, el próximo año. Aquellos que pasen este escrutinio. No podéis ser iniciados en la oración sin haber experimentado primero un poco la muerte de Jesucristo en vuestra vida, su resurrección de entre los muertos, y que todos tus pecados han sido perdonados.»

Es sumamente raro que no localice ningún documento de la Iglesia donde se imponga semejante restricción de no enseñar a rezar hasta que se den no-se-qué hechos. Y es ilógico que se aplique dicha restricción, que no es de la Iglesia, sino sacada de la manga de un menda, a cristianos, porque eso de que el CNC es para los alejados, es un cuento.

«Así como a este Jesús fue constituido en la Ascensión, como este siervo de Yahvé, que se hace pecado por nosotros, Dios lo resucitó y es la única verdad para nosotros, en la oración; podemos ser revestidos con el Espíritu Santo, de una nueva condición humana, de una nueva criatura.»

Nueva aberración ajena a la doctrina cristiana.

«Lo esperamos para muchos de vosotros porque todas estas cosas nos superan, y como la religión cristiana no es una serie de ritos, por esto es necesario este escrutinio antes de que el Señor comience a hacer en vosotros esta nueva condición humana.»

Traducción del kikiano: diosito es tan débil, tan impotente, que sin eskruticiar primero a la gente no puede hacer nada. Dicho de otro modo: ningún kikotista tiene otro poder sobre ti que el que tú quieras darle.

«Porque muchos de vosotros no habéis cambiado en absoluto de mentalidad, no habéis experimentado realmente a Jesucristo, esta muerte, y ninguno ha experimentado un poco este perdón de sus pecados; y esto se demuestra porque no perdonamos, no perdonamos los defectos y las debilidades. La murmuración que existe, el chisme y las estupideces son todas necesarias para que se vea hasta que punto tenéis una mentalidad, un modo de ser interiormente, que es contrario al cristianismo. Dios lo permite y esto sucede. ¿Por qué? Por este motivo.»

No. Dios no lo permite en razón de unos eskruticidios que son un pisoteo al fuero interno; Dios lo permite porque nos ha hecho libres.

«Lo terrible es cuando no es iluminado, cuando uno está chismorreando y murmurando y en el fondo dice: “Yo no hago nada malo”; es decir, no tiene conciencia ninguna de lo que está haciendo. Y le parece una cosa estupenda pasarse la vida diciendo cosas de los otros. Exigiendo cosas a los otros en nombre de la ley, de su “yo”, de su ser, de su ley que es la ley que le han dado en su ser, el ser que le han dado los otros, la sociedad, la familia, que le ha dado la educación, que le han dado todos los demás.»

Por ejemplo: tienes que hacer el trípode, tienes que preparar, tienes que ir de convivencia, tienes que obligar a los hijos a ir a la comunidad, tienes que dar el diezmo, tienes que obedecer, tienes que… tienes que… Siempre exigiendo a los demás.

«¡Qué lástima! Este ser tan estúpido que hay en ti no se asemeja en nada a Jesucristo porque Él no te exige nada, pero se hace pecado. Él es el anarquista, Él es el absurdo. La figura de Jesús es escándalo para la sociedad, para la familia. Entonces Él viene a destruir la familia, como ha dicho muy bien: “crear división” y “quien no odia a su padre, su madre, su mujer, sus hijos no puede ser discípulo mío”.»

Y dale con las herejías, una tras otra.

«Estas son palabras que hasta hoy deben ser escondidas, destruidas, domesticadas, no tienen ningún sentido en el contexto de la sociedad católica española, porque son un absurdo. Ahora la Iglesia comenzará a ser, como lo habían entendido la Iglesia primitica, un resto, una sal distinta a la patata, a la carne. Esta sal tiene un inmenso poder y el único modo de dar sabor es desapareciendo, muriendo a sí mismo. Si no muere, no sala. Un cristal de cuarzo parece sal, tiene todas las propiedades aparentes de la sal, pero no es sal: no sala nada. Así sucede con muchos de nosotros que parecemos sal porque venimos a la Eucaristía, porque cantamos muy bien, porque tenemos una comunidad, porque vamos no sé donde. Parecemos sal paro no tenemos el principio de la sal porque no nos disolvemos, no morimos a nada.»

Porque se han creído un fin en sí mismos, en vez de asumir que son un medio. Y por eso el camino no sirve para nada ni lleva a ninguna parte.

«Porque apenas tu hermana, tu primo o tu cuñado intenten matarte un poquito, tú les cortas la cabeza a todos, o no les diriges la palabra, o no vuelves más a la comunidad. Por eso lo importante es que no se trata de tener cristales de sal que se parecen a la sal, pero no lo son. Esto no tiene ningún sentido. Somos 300 comunidades, aproximadamente 60.000 personas están haciendo el camino en este momento. ¿De qué sirve toda esta gente si todo es un rito, un rito más, una asociación muy maja? No tendría sentido, ¿verdad? Yo no me pondría a hacer este servicio no creyera verdaderamente que el Señor, que es quien lleva adelante este camino, os llevará verdadera y realmente al cristianismo.»

Por más que alguno, humildísimo y modestísimo, se afane por evitarlo.

«Entonces, hermanos, aquí vemos a los apóstoles en una palabra que el Señor nos da, hoy, en la que nos promete llevarnos realmente a la oración, a una oración profunda, a despojarnos de nuestro hombre viejo y llegar a la simplificación, a hacernos pequeños como niños. Todo esto no es posible si el Señor no nos lleva, a través de la acción del Espíritu Santo, a una oración profunda. 

Por tanto, hermanos, cantamos el Salmo 117, que dice: "Gracias al Señor" porque Él nos llama a ser esta sal, porque nos llama a edificar nuestra vida sobre la piedra angular, la piedra rechazada por los constructores; porque Él verdaderamente nos garantiza, a través de esta Eucaristía, que no morimos, que viviremos. No porque seamos mejores que los demás, sino para qué esto pueda ser anunciado a los hombres: ¡hará una obra en vosotros!

Canto: Salmo 117 - Segunda lectura: 1P 4, 13-16»