Mamotretos varios

domingo, 31 de diciembre de 2017

Año nuevo 2018










Que el dolor vivido y los problemas experimentados te den el poder de caminar por la vida enfrentando cada situación con esperanza, fortaleza y paz.

«Y la paz de Dios que sobrepasa todo entendimiento, guardará vuestros corazones y vuestros entendimientos en Cristo Jesús.» (Fil 4,7)



viernes, 29 de diciembre de 2017

Lección de "kikología"




En mi comunidad hay un matrimonio con dos hijas. 

Y nada más.

Por supuesto, ser un matrimonio pudiente, profesionales bien remunerados ambos, y no tener más que dos hijos es de lo más anti-kikiano del universo. Gente como ellos, cuando son presentados a otros amados hermanos neokikotizados, digo, neocatecúmenos, son candidatos naturales a recibir en el mismo acto de presentación una kikotesis de bote:

¿Sólo dos? Qué pena que vuestras hijas no disfruten de una familia numerosa, porque en esta sociedad consumista en la que los niños tienen de todo, la única forma de proteger a nuestros hijos es que sean muchos hermanos y tengan que compartir hasta el cepillo de dientes.

Y tampoco es infrecuente que el cuestionamiento hacia su familia vaya más allá, invadiendo el fuero interno y pretendiendo informarse sobre cuestiones que sólo al matrimonio compete:


"Nosotros les decíamos a los de Acción Católica: y después, ¿qué hacéis? ¿Después de haber tenido dos hijos, como continuáis el acto conyugal? ¿Con la interrupción del coito? ¿Usáis métodos naturales? ¿La píldora?" (http://cruxsancta.blogspot.com.es/2016/05/kiko-contra-la-iglesia-y-la-humanae.html)

Pero este matrimonio de mi comunidad está avezado en tan fraternales reacciones y tiene un procedimiento infalible para hacer saber que a kikos no les gana nadie, pese a tener un número de hijos tan inadecuado e inconveniente para los cánones kikistas. El procedimiento consiste en presentarse de la siguiente forma:

Tenemos cinco hijos, tres de ellos en el cielo.

Se acabó el problema, se acabó el juicio y la murmuración. Se terminó la terrible tragedia de esas niñas a quienes la irresponsabilidad de sus progenitores aboca sin escapatoria al consumismo más atroz por no tener media docena de hermanos. Esas son las palabras mágicas para hacer saber a la audiencia que ellos están doctorados en kikologísmos, porque así es como debe hablar un “kiko” bien adiestrado, no como esos religiosos de misa de 12, tan libres que no dan explicaciones a nadie sobre los hijos que tienen o dejan de tener. No, en el CNC no se puede tener dos hijos y no hacer saber por qué no hay más.
 
Este ardid lo tiene tan interiorizado este matrimonio que quienes primero lo emplean son las hijas, a quienes invariablemente he oído contar que son cinco hermanos, porque así se lo han enseñado sus padres desde la cuna.
 
No tengo nada en contra de que unos padres que han perdido tres hijos que no nacieron, hagan memorial de ellos cada vez que se les presente ocasión de hablar de su familia. Pero tampoco se me escapa que el primer motivo por el que lo hacen es para ajustarse a la normativa “kikil”. Por eso no son el único caso que conozco que en su carta de presentación no sólo menciona los hijos vivos, sino también “los del cielo”.

Pero lo que de verdad me disgusta de la jerga cháchara neocatecumenal es la pasmosa insensibilidad con que se asume que la muerte de esas criaturas ha sido querida y provocada por Dios. ¡Cuántas veces he oído el mantra según el cual quienes pierden un hijo es porque Dios les ha querido regalar un ángel en el cielo para que vele por ellos todos los días de su vida!

Y quien lo dice, lo hace tan satisfecho, tan convencido, tan engañado que se cree conocedor de los pensamientos de Dios y sobre todo, tan insensible, tan inhumano, tan despiadado, que no ve aberrante que Dios cree criaturas de segunda, destinadas a morir pronto porque carecen de valor en sí mismas, porque existen en función de otros, de aquellos por quienes la kikolatría dispone que estos seres de segunda deben interceder sin descanso. Seres que vienen a la existencia para morir y así dedicarse a velar por los que les concibieron.

Y digo yo, ¿por qué permanecer vivos les iba a impedir rezar y velar por alguien? ¿Será por la incapacidad neocatecumenal para amar al otro?

miércoles, 27 de diciembre de 2017

Segundo escrutinio (XXI)



«Monición a la primera lectura (Carmen)
Esta palabra nos presenta una belleza maravillosa y sorprendente. No se trata de una página literaria de un gran poeta, sino que está escrita dentro de una historia que no es tan romántica. Es una palabra del profeta Baruc, el capítulo 5, Israel está en pleno exilio, Israel está pasando el verdadero escrutinio. El pueblo es llamado al arrepentimiento, a reconocerse pecadores. Dice el profeta Baruc: “Hemos pecado y hemos pecado contra el primer mandamiento porque no escuchamos Tu voz, sino que íbamos detrás de otros dioses”.»
El capítulo 5 del libro de Baruc no tiene esa presunta cita. Lo de poner comillas sin venir a cuenta de nada parece no ser sólo cosa de Kiko.
«El pueblo está en el exilio, y así la Iglesia hoy se abre como en un nuevo éxodo con el camino del regreso. Es una palabra estupenda.
Os invito a no mercadear con esta palabra, a hacer propósitos con falsa humildad, indignos de esta palabra. Esto es para nosotros, nos lo da la Iglesia y viene a cuento en este escrutinio porque veremos, como dijo Kiko, estas montañas, este orgullo, esta arrogancia, nuestro ego que se alza sobre todas las cosas, y estos valles que son todos los barrancos que no podemos llenar. El Señor nos da una misión muy grande y muy importante en función de todas las naciones.»
Pues la están pifiando muy seriamente, la misión, digo.
«Dejemos que esta Palabra brille en toda su grandeza. Escuchamos.»
Las lecturas de ese día eran las del Domingo II de Adviento, ciclo C, siendo la primera Ba 5, 1-9

«Monición al canto (Kiko)
Esta palabra se está cumpliendo, esta palabra que Dios nos da es un retorno de nuestro exilio, donde hemos encontrado tantos valles horribles, como decía Carmen, que son la falta de afecto que tenemos desde la infancia, tantas jugarretas que nos han hecho en el trabajo, en la vida..., tantas cosas malas.»
Una característica común a todo grupo sectario es el interés por hacer ver todo lo vivido fuera del grupo como 'malísimo de la muerte'. Hay que hacer pensar que el grupo es el paraguas protector sin el cual todo se irá al garete.
«La arrogancia que es el collar de hierro, que son las montañas del orgullo, la soberbia... El Señor quiere hacer un camino enteramente llano, donde se rellenan los valles y se abajan las montañas y podemos llamarnos hermanos y vivir en el amor, donde no hay en nosotros estas tremendas diferencias que sufrimos en la historia de cada día.»
Menudo fracaso, porque en la comunidad se les llena la boca de hermanos y hermanas, pero menudos mordiscos se atizan unos a otros. 
«Este camino, hermanos, es un éxodo que estamos haciendo, que nos lleva del exilio a la Jerusalén celeste, al Reino de Dios que está llegando. Hoy, este escrutinio, que es un paso adelante, nos permite el reposo. Comenzamos a gustar un poco de ese descanso que sabe a vida eterna. Experimentamos algo maravilloso en este camino: un perdón que viene del Señor, un aceite que desciende dentro de nosotros y cura nuestras heridas más profundas. Y no hay nada más hermoso, eso es lo que la Iglesia llama Paz. Probablemente muchos nunca hayan probado esta paz. Siempre preocupados, afanosos, sin reposo. Aquí hay un reposo, el domingo inaugura este descanso. El Señor nos ama, quiere entrar en nosotros.
Cantamos, hermanos, este Salmo 125 que dice: "Grandes cosas ha hecho el Señor por nosotros, porque al ir se va llorando, pero se vuelve cantando. Nuestra boca se llena de risas". Eso es lo que Dios está haciendo en nosotros. Estamos volviendo, todavía no hemos llegado. Por tanto, cantemos como aquellos que se acercan felices a la liberación y a la Casa, que vienen de la esclavitud y el sufrimiento.»
El salmo, como se desvela en la monición (que es un ejemplo de lo que según el padre Farnés no debe ser una monición) fue el 125.

martes, 26 de diciembre de 2017

Paz en la Tierra...




Hace tiempo, en aquella época en que entré en el Camino, las comunidades estaban formadas mayoritariamente por adultos. En la mía había tres menores de edad, el más joven de los cuales tenía 15 años, abundancia de veinteañeros, algunos treintañeros, matrimonios con hijos adolescentes y algunos jubilados o próximos a la jubilación.

Por entonces lo típico era que saliera de responsable un matrimonio que ya tuviese lazos con el CNC y el resto del equipo de responsables lo conformase algún otro matrimonio y varios jóvenes. 

En mi comunidad cayeron también, por designio de los “kikotistas”, dos matrimonio de esos en los que sólo uno de los cónyuges caminaba; y al ser persuadido el no caminante para entrar en el CNC, se hizo descender al cónyuge caminante a la última comunidad, para que tuvieran “la dicha”de hacer el camino juntos desde el principio.

El marido del primero de estos matrimonios era la rechifla de todos los jóvenes de la comunidad. El marido era quien, tras años de negarse a participar de un grupo que no le gustaba había sido “konvertido”. ¡Y como! Con absoluta falta de caridad cristiana todos se reían de él a sus espaldas porque no había reunión en la que no diese su eco. El primero de todos, como una escopeta, en cuanto se abría el turno de resonancias el primero que hablaba era él. Y lo hacía siempre con vehemencia, como quien tiene una noticia importantísima que compartir.

El marido del otro matrimonio era todo lo contrario. Participaba por amor a su esposa y se sabía que no era mudo, pero durante años y más años no le escuché un solo eco y no dejaba que se le encasquetasen moniciones. Se dejaba llevar, soportaba que se le invadiera la casa para preparar de vez en cuando, pero eso era todo lo que consentía.

Entraron también en mi comunidad una pareja de novios. Ella había estado caminando hasta entonces en la comunidad de mis “kikotistas”, él también había caminado, se habían conocido y se habían hecho novios estando en la misma comunidad, pero luego él lo había dejado. Y años después cuando decidió retomar el Camino, a ella se le ordenó que caminase con él, pese a no estar casados, para “vigilarle” y que no se volviese a escapar.

Eran y son una pareja encantadora, de los catecúmenos con quienes más afinidad he mantenido a lo largo del tiempo. El año pasado celebraron sus bodas de plata. Las celebraron arropados por sus familiares y sus amigos; muy poca gente de la comunidad estuvo presente, nada excepcional para quien conoce la falta de amor y de unidad que se da en la comunidad en particular y en el CNC en general.

No sorprendió que entre los ausentes estuviese el matrimonio del marido callado. Ni sorprendió ni los celebrantes lamentaron su falta; supongo que en toda comunidad tiene que haber algún matrimonio o persona que ocupe el primer puesto en el ranking de "pijismo", o dicho en jerga neocatecumenal, que tenga el "karisma”de burgués integral. Y en mi comunidad, tal “medalla” ha recaído sobre el matrimonio del marido mudo.

Resulta que se tienen por más “adultos” que nadie porque veranean en Murcia, donde el hermano ejerce de presbi. Y debe ser que eso de respirar el mismo aire que Kiko confiere poderes mágicos o algo por el estilo porque se dan unos aires... 

Precisamente lo que quería contar es que desde el principio fue chocante y llamativa la antipatía que se tenían estos catecúmenos “casi adultos”que cayeron en mi comunidad para volver a andar lo ya caminado junto a sus parejas. Una antipatía, unas pullas voladoras, una crispación que se han mantenido a lo largo de casi 30 años.

Ahora todos ellos se revisten de túnicas blancas para tapar lo que hay debajo, y degustan leche con miel, pero siguen sin amarse, sin tolerarse y sin tragarse. Es más, la malquerencia entre ellos, lejos de templanse se ha visto acrecentada, puesto que ahora utilizan también a sus hijos para zaherirse.

¡Qué hermoso el amor entre los hermanos!