Paso del shemá (XIV)

«En este primer escrutinio, después de la catequesis sobre la riqueza os hemos dicho: vended vuestros bienes, dadlos en limosna, haceos un tesoro en el cielo, porque donde esté vuestro tesoro, allí estará vuestro corazón. Bien, yo no sé si vosotros lo habéis hecho o no, si habéis obedecido a esta palabra como un talento que os ha sido dado o no. No sé si habéis probado a “calcular” vuestras fuerzas un poco con el dinero y os hemos dicho que hay que darlo sin que la mano derecha sepa lo que hace la izquierda. Es decir, adquirir una verticalidad absoluta con Dios: esto es un discurso entre Dios y tú. ¿Por qué Dios nos hace este discurso con el dinero?

En el primer escrutinio vimos como el dinero es el símbolo de la realidad del hombre viejo, es decir, el símbolo de la seguridad total de este hombre. Hoy la psicología dice que el dinero es una seguridad psíquica, que es superior a nosotros: tú tocas el dinero de ciertas personas, y estas se suicidan.

Pero no se trata solamente de renunciar a la riqueza, hemos escuchado que está escrito: “Quien no renuncia a todos sus bienes, quien no odia a padre y a su madre y a sus hijos y a su mujer…, en suma a toda la realidad, y quien no acepta completamente su realidad no puede ser discípulo mío”.»

Aunque esté entre comillas, es inútil buscar tal cita en los Evangelios, no está en ninguno, es una cita que sólo existe en el kikotreto según infausto Donki.

«Una multitud iba detrás de Él y Él se vuelve hacia ellos y dice esto potentemente y con fuerza y no le importa nada si la gente no entiende nada, como más tarde no le importará cuando dice: “si no come mi cuerpo”, que todos se escandalicen y que digan que está loco y que se vayan todos; y dirá a sus discípulos: ¿también vosotros queréis marcharos?»

Eso de que a Jesús le traía sin cuidado la gente, no es doctrina de la Iglesia, sólo es neurosis kikil que con tal de invadir el fuero interno no dudan incluso en pretender saber lo que había en la mente de Cristo.

«Pese a todo es muy importante que nosotros aprendamos a odiar, a odiarnos a nosotros mismos, a odiar a nuestra mujer, a odiar a nuestro marido, odiar a nuestros padres. Para nosotros es verdaderamente impresionante escuchar lo que dice la gente en el segundo escrutinio. En Florencia, en Roma, en España, todas las clases sociales, obreros, profesionales, ricos, pobres, se ve como todos cargan con los pecados de los padres; por ejemplo, una chica se suicidó porque su padre era un ladrón y la había llevado a una realidad horrible de angustia vital.

Se empieza a entender como el Evangelio es verdaderamente impresionante, y como lo que hemos dicho es la más grande verdad.

Aquí, hermanos, no se trata de arreglar, como dijimos ayer, nuestro vestido viejo, es decir, poner un remiendo nuevo en el vestido viejo, es decir, ajustar ciertos aspectos de nuestra personalidad que estaban un poco mal: el sexo y ciertas cosas. Aquí se trata de hacer, hermanos, todo nuevo.

La Buena Nueva que se os anuncia es que viene el Reino de Dios, que va a hacer con vosotros una nueva realidad. La vieja realidad es la que ha matado Jesucristo.

¿Hasta cuando seguiremos justificando nuestras acciones? El hombre de la carne no ama a sus hijos, al contrario, les mata, les ama siempre egoístamente y nadie puede amar al marido y menos aún a la mujer, no les puedes amar en el sentido más profundo, tal vez con un amor humano, pero que no realiza completamente al hombre, sino que lo instrumentaliza y lo mata. Por esto yo no entiendo el matrimonio fuera del cristianismo y puedo entender como hoy en toda la sociedad existe el divorcio»

Típico panorama apocalíptico kikil: los de fuera no pueden amar porque lo dice Kiko y los de dentro tienen que aprender a odiar con toda su mente con todas sus fuerzas y con todo su ser, porque lo quiere Kiko… Inaguantable. Así se entiende la afición de todos a suicidarse una y otra vez para hacer las obras de su padre.

«Está claro, hermanos, como el hombre de la carne no puede hacer otra cosa que buscarse a sí mismo porque tiene miedo, tiene miedo de la vejez, tiene miedo del hambre: tiene hambre, necesita seguridad. No sólo tiene miedo de la muerte y por eso se busca constantemente en el dinero, en el trabajo, en los afectos, sino que sobre todo tiene miedo de no ser amado y por esto busca el prestigio, quiere sobresalir.

Este camino que nosotros estamos haciendo en la parroquia podría terminar en palabras hermosas. Me decía hace un año el responsable de la catequesis de la diócesis de Barcelona que nos llamó para iniciar este camino: “si sois capaces de hacer aquí una comunidad para mí será un milagro porque esta gente –refiriéndose a gente medio burguesa- siempre está preocupada por su casa, su familia, sus hijos, su vehículo, pero nunca arriesgan nada. Sí, son muy clericales, te invitan a comer, te dan buen vino…”

Te estoy vigilando...

Este camino podría acabar así, ¿por qué no? ¿por qué tendría que ser algo distinto a los demás?

Está claro, hermanos, que si yo no estuviese totalmente seguro de que el Evangelio que yo os anuncio no es posible vivirlo, yo no estaría aquí, el Vaticano no me paga absolutamente nada, de hecho. Hace mucho tiempo que no pinto porque no tengo un rato libre y me gustaría hacerlo, y ¿quién me manda estar aquí, que se come mal y escuchar a gente que humanamente no me gusta? Me gustaría irme a París, sinceramente os lo digo. ¿Por qué tendría que hacer del Evangelio una nueva ley para gente burguesa? Yo he visto qué ha significado un cierto tipo de cristianismo para mi familia, he visto como este cristianismo ha salvado a mi padre, de hecho lo ha matado, y así con mi madre, con mis tíos, con toda una sociedad católica de Madrid.

Pero todo esto ¿qué es? ¿”odiar”? ¡No, debes interpretar! Me dijo un hombre de acción católica cuando yo hablaba de Abraham: pero esto que Dios dice a Abraham de matar al hijo, no es así, debes interpretarlo; como puedes pensar que Dios es un asesino, debes interpretarlo. Exageras, la no resistencia al mal, ¿qué significa? ¿Qué si me pide la chaqueta debo darle también los pantalones? ¡Espera un poco! Hay que interpretarlo. Si cuanto dice este hombre fuese cierto, yo apostataría inmediatamente del cristianismo, me iría, porque  quien me ha convertido es un Jesucristo que yo he encontrado dentro de mí que se refleja aquí, en esta palabra, no como una cosa de sacerdotes, un poco edulcorada».

Está claro, o diosito es como Kiko quiere o si resulta que el Dios que es cabeza de la Iglesia no es como a él le place, apostata inmediatamente del cristianismo. Pues ya está tardando.