La PALABRA y la voz

 

 Quiero compartir una reflexión que me ha suscitado el Evangelio del 3º domingo de Adviento.

San Juan se identifica a sí mismo como una voz; sólo eso, un instrumento, un medio para transmitir la Palabra, una Palabra que no es suya, que existía antes que él, una Palabra que, a quienes la escuchan a través de la voz, les da la potestad de ser hijos de Dios, y si hijos, también herederos.

No está el poder en la voz, sino en la Palabra.

La Palabra y la voz

Y la voz no es dueña y señora de la Palabra, sino que está al servicio de esta.

Tal vez, no sea baladí recordar que ningún profeta y ningún enviado de Dios es dueño de la Palabra porque...

«Os estoy dando la vida a través de la Palabra de Dios depositada en mí; la explicación de la Palabra la doy yo» (Orientaciones para los equipos de katequistas 1972).

«Os estoy exhortando, estoy fortaleciendo vuestra fe. Os estoy diciendo de parte del Señor que creáis a mi palabra, que os convirtáis a Él, que dejéis de juzgar a Dios, que aceptéis la historia que Dios os da, con amor» (Anuncio Cuaresma 2005).

«No hay cosa más grande que anunciar el kerygma, que anunciar el amor de Dios en Cristo que Él nos ofrece esta noche a través de mi pobre palabra; a vosotros y a mí mismo nos ofrece la posibilidad de la conversión, de la teshubá, de volvernos a Él» (Anuncio Pascua 2005).

«Nosotros tenemos una palabra profética sobre la realidad de las personas que no podemos esconder. Hay que decirle proféticamente a un hombre por qué sufre, por qué se ha divorciado, por qué no es feliz, por qué tanta gente se suicida. Hay una organización de ayuda a los que quieren suicidarse por la cantidad de gente que se suicida hoy en Europa y en el mundo; pero se lo tienen todo calladito. ¿Y por qué se suicida la gente? Eso lo sabemos nosotros» (Anuncio Adviento 2009).

«Como sabéis, hemos tenido (17 enero) un encuentro con el Santo Padre en Roma. Antes tuvimos un encuentro con todos los itinerantes en Porto S. Giorgio. Voy a regalaros una monición que hice y también las palabras del Santo Padre» (Anuncio Cuaresma 2010).

 

Yo, me, mi, mío, de mí, para mí

Tal vez sea conveniente recordar que nadie puede dar lo que no es suyo:

«Yo todos los años os doy una palabra» (Anuncio Cuaresma 2011).

«Como siempre os doy una breve palabra en este momento para nos ayude» (Anuncio Pascua 2012).

«Hoy mismo, si Dios os ha destinado una palabra de lo que yo hablaré, una palabra entrará dentro de vosotros y aumenta vuestra fe, alimenta vuestra fe» (Anuncio Cuaresma 2013).

 

Tal vez, sea preciso insistir en que la Palabra de Dios no debe ser objeto de alegre interpretación:

«Pensad que el año pasado pasaron por la Domus ciento cincuenta mil hebreos; ciento cincuenta mil, pero no les hemos llamado nosotros, han pasado ellos. O sea, que Dios está haciendo con nosotros un camino; estamos acercándonos, entonces, ellos, viéndonos se quedan sorprendidos del Mesías que está en nosotros: del amor a los hebreos, de cómo conocemos la Escritura, que cantamos los Salmos. Están sobrecogidos de cómo interpretamos la Palabra, por ejemplo» (Anuncio Cuaresma 2013).

«El oficio de interpretar auténticamente la Palabra de Dios ha sido confiado únicamente al Magisterio de la Iglesia, al Papa y a los obispos en comunión con él» (Catecismo, página 30, párrafo #100).

 

Tal vez sea necesario repetir que sólo Dios salva, ningún hombre, por más que se lo crea, puede dar la salvación a otro hombre:

“Cuando yo anuncio el kerigma a una persona le estoy dando la salvación en ese momento, porque en ese momento la fe viene por el oído” (Anuncio Pascua 2008).

 

Kiko y su estampita

Y recordar que la gracia más grande que se puede recibir es conocer a Dios, la Palabra, y no escuchar la voz cascada del mensajero:

«Cada vez que escuchamos el kerigma nos salvamos, digamos así. Estamos en proceso de salvación, y por eso, la gracia más grande que podéis recibir es escuchar el kerigma» (Anuncio Adviento 2010).

«El cristianismo es fundamentalmente una noticia, es una noticia que nos salva, el anuncio de esta noticia nos da la salvación» (Anuncio Cuaresma 2013).

 

En suma, el Cristianismo no es una noticia, es una opción de vida y la voz no puede salvar a nadie, son los propios actos vividos, que no los gritos “gallosos” escuchados, los que serán tenido en cuenta.